Esa incertidumbre y curiosidad que surge por el deseo pasional
al divisar íntimamente la transparencia del alma femenina,
recorriendo majestuosos paisajes alpinos -tan esplendidos
como los paisajes andinos- en el carruaje de las caricias,
experimentando y paseando las majestuosas autopistas
de la espalda, contemplando horizontes delicados y desnudos
hasta llegar al desierto erótico del cuerpo,
palpando la arena manifiesta en tan lascivos medanos carnosos,
culminando el viaje con la maravillosa sensación de inmersión
a ciertas profundidades intimas, produciendo paradójicamente la emersión
de la conciencia en plena acción, meditando como un Dios el recorrido
y obteniendo el mayor regocijo divino.