Logramos lo que queríamos. Eso, de la noche de noche,
De seguro lo tenemos grabado con imágenes imborrables.
Desnudos, sin crisis emocionales, hicimos que tú aliento y el mío,
Juntando nuestras pieles, por unanimidad, se fundieran en uno.
Cada quién usó su más romántica fuerza,
Buscando no perder ni una sola gota ni segundo de galopante amor,
En todo un mermar y aumentar de movimientos.
Allí se acabaron los límites y encrucijadas familiares,
Tampoco, repito, había campo para crisis emocionales.
Todo diálogo era conductivo y asertivo.
Por largo tiempo nuestros corazones agitábamos
En nuestra acostumbrada compañía, de novios, constante.
Sin embargo, anoche, tú razón y la mía, gratísima sorpresa se dieron.
Creí que te conocía porque al calor de tu mano caminábamos,
Más, en la noche de anoche, despacio…despacito…
En cada poro de tu cuerpo, al asentarles un besito,
Me encontré con miembros de único encante.
Anoche éramos como veleros con el viento.
Como nunca saboreé tu cálida piel fresca y tersa,
Tal si fuera tu epidermis, a mi boca, alfombra fina persa.
Tú para mí y yo para ti… ¡qué mejor cimiento!
El día de ayer, con su noche, postuló su nombre
Y lo grabó en el diario imborrable de mi vida.
Anoche no había gula pero tampoco precavido ayuno,
Los dos, en todas formas, éramos en nuestro pensar uno.
Fue, tal y como lo pediste; despacio y sin presiones,
Dejando que con las emociones fluyeran todas las pasiones,
En todo aquel disfrute del amor… ¡Maravilloso don otorgado!
Aquél fresco mural, guardado en nuestras mentes, no tuvo pintor ni pinturas,
Y mucho menos poses estáticas de minutos ni de horas.
Sin embargo es el mejor de nuestras vidas.
Hecho entre la magia de abrazos, besos y suspiros de dulce sonoridad.
Fue grabado con esa tinta que no se da, ni se vende, ni entiende la ciencia,
Con absoluta y total libertad de conciencia.
De un momento a otro me besaste como nunca, y… abriendo más… tus piernas…
Me sitiaste –o me sitié- delicadamente entre ellas.
Te movías – o nos movíamos- con roces desesperados,
Nuestra respiración buscaba recoger aire de algún cometa.
Tú y yo… allí… sin ropa, sin zapatos ni chancletas.
Yo como niño amamantándome con tus tetas.
Allí me susurrabas al oído… con voz airosa, ansiosa y clara;
“prepárese mi amor, soy suya… y quiero ya… ya… que me la metas”.
Hubo en mí, te confieso, un brote de…orgullo con amor,
Porque ensortije en mi miembro tu ardiente flor en capullo.
Tú me miraste… y dando un inolvidable… dulce gemido,
Me besabas… casi comiéndome, y yo te respondía igual.
En segundos, obedeciendo a lo lógico de lógico,
Ambos nos vinimos… con lo rico de lo rico.
Como si no nos hubiéramos abrazado, ni besado,
Haciéndolo… ambos… me dijiste; por favor… Aunque te sientas sudado y cansado…
Te lo ruego… amor mío… gocemos esto… no te bajes.