Y al cerrar los ojos, la niebla avanzó y me arropó
como cualquier niño que vive entre calles y puestos, con frío
llegaste tú, me envolviste con un cariño paterno
con una fuerza inamovible, me llenaste de calor y cuando
me cargabas en tus brazos mi sonrisa podía figurar
el cielo que yo sentía a tu lado.
¡Nuestras tardes fueron maravillosas! entre lecturas,
historias tenebrosas, columpios, pasto, comida rica...
No quiero despedirme, siento que me ahogo
que mi respiración se agita por el pánico que siente mi mente y
mi alma, al comprender, que no estás más... Que nos haz ganado
y te fuiste sin previo aviso.
Pero está bien, aprenderé a vivir con tu bello recuerdo
con tu sonrisa que empañaba mis tristezas, con tus brazos
fuertes que me sostenían y con aquella magia en tu mirar
que solo un niño, como yo, pudo identificar.
¡Hasta pronto tío Mario!