Tu ausencia me provoca un vacío profundo y desolador,
un sentimiento de morir viviendo,
esa sensación de placentero dolor que surge
desde los rincones más recónditos de mi alma
y de mi mente y que inunda todo mi ser.
Pero cuando te tengo junto a mí, tu calor y tu
perfume me hacen sentir un impulso de electricidad
que me eriza la piel y me provoca latigazos de
erotismo… de excitación… de pensamientos insanos
y libidinosos… erecciones impúdicas al imaginarme
la tibieza de tu intimidad de mujer, la cadencia de
tus movimientos de cadera… el dulce sabor de tu
aliento… el roce de tu piel estimulada por mi
lengua, mis manos y mi cuerpo entero: lujuria
total y arrolladora.
¿Y el miedo a perderme en tu mirada?
Existió… fue real y me impidió dar el primer
paso… era miedo a fundirme a tu ser, a quedar
incrustado en tu piel, a que la mitad de mi vida
quedara irremediablemente moldeada a tu
existencia… con tu imagen fundida en mi mente
y en mi corazón… MIEDO A ENAMORARME DE TI.
Pero he comprendido que para amarte no necesito
tenerte… y que al margen de lo que el destino nos
depare, yo soy muy feliz porque al fin han caído las
barreras mentales que me separaban de ti y me
impedían sacar de mi corazón, todo este caudal de
emociones…
Soy feliz porque te he hecho saber lo que siento en
mi alma y que, al no decírtelo, me impedía ser yo;
he decidido amarte libremente y sin medida…
amarte en la oscuridad… robarte muchos momentos
de placer… hacerte mía en todas las formas posibles
y provocarte los orgasmos más profundos
que hayas experimentado en tu vida…
Y sigo esperando respuesta…
¿O acaso ya me la has dado y ni cuenta me he dado?
También me gustaría saberlo…