Dime todos tus pecados hijo mío,
aquí de pecados he de limpiarte,
abre tu boca y no digas nada,
es nuestro secreto hasta la muerte.
El reino de Dios te haré ver,
la verdad es que la inocencia no es eterna,
tu pureza puede pesar mucho,
te convertiré en un hombre dentro estos muros.
Se levanta la niebla de la perversión,
la enorme cruz aplasta su inocencia,
dejan marcado para siempre su pecado,
les arrebatan la felicidad dejándoles dolor.
Arrodíllate y di tus plegarias,
pero yo no tendré piedad de ti,
con tus lágrimas acabarás con mi apetito,
con tu carne saciarás mi deseo.
El que sermonea sobre el bien y el mal,
el que decide quien va al cielo o al infierno,
el que condena a todos aquí,
fue el peor de todos ellos,
tu, padre nuestro, que así sea.
Colaboración de Diamond
Argentina