¡Hola!

Todo principio por desgracia tiene un final, y el nuestro llegó, no sé en qué momento, no sé en qué instante, solo sé que pasó, nos comenzamos a desvanecer entre la penumbra del tiempo y abrazamos el “no puedo” como excusa para distanciarnos. El “estoy ocupado, no tengo tiempo” comenzaron hacerse protagonistas de nuestra rara bella historia de amor, un amor mágico, un amor puro, un amor como el que muy pocas personas pueden comprender y el cual muy pocas conocerán.

Nos envolvió la sombra de la duda y entró el demonio de la indiferencia, y así comenzamos a marcar el final de aquello que parecía ser inmortal, o que quizá lo es, sólo que de otra manera. Cuando estuve a tu lado, jamás te fui infiel o te falté como novio, incluso te confieso que siempre solía decir “yo no tengo ojos para nadie y seré virgen hasta el altar” y sí, me veía tomado de tus manos frente al juez.

Sólo vivía para ti y me esforzaba para poder darte todo lo que te prometí al igual que lo hacías tú, sin embargo parecía que jamás llegaría a estar a tu nivel, no te podía seguir el ritmo, no llenaba las expectativas para ser el novio perfecto. Pero dios sabe que lo intenté, que me esforcé, que me entregué a ti como jamás lo hice antes o lo haré en un futuro.

Porque esté donde esté y estés donde estés o con quien estemos, algo tengo por seguro, que no podremos olvidarnos uno del otro aunque lo intentemos, porque hay mil y un recuerdos, mil y una sonrisas, mil y una lágrimas, mil y una caricias y más de mil y una estrellas que fueron testigos de estas palabras.

Cómo olvidar esos días cuando despertaba con un beso tuyo en las mañanas y al abrir mis ojos ahí estaba tu bello rostro con una sonrisa, esos días en los que poníamos nuestros pies uno encima del otro, esos días en los que parecía que el tiempo no pasaba cuando con un beso me mandabas a las nubes. Cómo olvidar las largas caminatas donde las calles llenas de Ficus marcaron nuestra historia, los juegos que hacíamos solo para sonreír.

¿Recuerdas esa vez que me acompañaste a la central y te quería meter en mi maleta y tú me decías “sí me voy”? ¿Recuerdas esas veces que te veía alejarte yo ahí parado donde tomabas el camión y sólo esperaba a que ya no te viera y te marcaba por teléfono?

¿Recuerdas cuando, en unas vacaciones, mandamos más de diez mil mensajes? ¿Recuerdas nuestra cena diaria de morisqueta y taquitos remojados para ti y morisqueta y enchiladas para mí? ¿Recuerdas cuando te enfermabas y yo todo lo quería arreglar dándote té con miel y limón? ¿Recuerdas cuando se te antojaba un frappé oreo de la churrería y yo decía “Davicito, acompáñame” y tu decías “no vayas” y luego decías “bueno, ve y me traes papas”?

¿Recuerdas cuando me odiabas con todo tu corazón? ¿Recuerdas cuando nos pintamos nuestras narices y nos tomamos nuestra primera foto besándonos? ¿Recuerdas esas calles llenas de agua a las que me llevaste? ¿Recuerdas nuestra jardinera? ¿Recuerdas a nuestro niño hindú que adoptaríamos?

¿Recuerdas la historia del indio con sus huarachitos rotos? ¿Recuerdas lo que pensabas cuando fuiste a la playa, hiciste una tortuga de arena, te sentaste a orillas del mar y con lágrimas en los ojos me dedicaste la canción “antes de las seis”? ¿Recuerdas cuando fuimos a Pátzcuaro y viendo el lago desde aquel techo yo entre tus brazos comencé a hablarte como un bebé?

¿Recuerdas que gritaste “¡¡laaaaaalooooo teeee amooooooo!!”? ¿Recuerdas nuestras peleas por tu novio Bob Esponja y el mío Garfield? ¿Recuerdas cuando te pedí matrimonio? En aquel jardín te dije “toma esta nota no la vayas a abrir hasta que termine de hablar date la vuelta por favor”.

Tomé tu hombro y comencé a hablarte al oído, te dije que durante todo el tiempo que habíamos pasado juntos, me había dado cuenta de la persona que eras, de lo que significabas en mi vida, te dije que me di cuenta de que ya no quería ser tu novio, tú querías golpearme pero recordaste mis palabras, creíste en mí y te dije “ahora sé, lee la nota”, y la nota decía así: “ya no quiero ser tu novio porque ahora quiero ser tu esposo” y te volviste con lágrimas en tu rostro y yo estaba ahí, con lágrimas en el mío y te dije ¿te quieres casar conmigo? ¿Recuerdas todas las promesas que hicimos? ¿Lo recuerdas?

Podría seguir con una lista interminable de bellos mágicos momentos. Yo claro que recuerdo cada uno de ellos, son los que forman cada uno de los pedacitos de mi corazón, y es tanto el amor que te tengo que no te imaginas cuánto me cuesta decir adiós. Adiós a la persona más maravillosa del mundo, adiós al amor de mi vida, ese que hacía que mi corazón se acelerase y detuviera al mismo tiempo.

Sé que piensas que es mentira, sé que piensas que nunca te amé aunque tu corazón sienta lo contrario y sí, también sé que piensas que soy lo peor de tu vida, tu peor error, pero sólo quiero que sepas que te amo, que jamás he dejado de hacerlo sin importar el tiempo, la distancia, el silencio, la soledad y sabes que jamás dejare de amarte.

Siempre mío.
Siempre tuyo.
Siempre nuestro.



Firma:

Eduardo Durán de Rodríguez

Esta es la última carta que escribí para mi ex, en la cual resumo un poco el amor que aun siento, un amor de casi tres años de relación y me despido con una frase de Beethoven que era de mucha importancia que la pusiera puesto que cada noche se la solía decir.

Colaboración de Lalo Durán de Rodríguez
México