Ruge la atmósfera, pelea viento y mar.
Es la tarde del día y parece noche
De las montañas de la cordillera
Y de las isletas se miran en siluetas las cumbres.
No se miran los caminos ni las flores.
En la calle medio veo el coche.
Mire tu rostro y tú me mirabas a mí.
Ambos, eso sí, en silencio
Si la tarde fuera sábana… estábamos en su orilla.
El cielo con rayos mostraba sus heridas
Y sangraba con innegables torrentes.
Lo oscuro avanza, se mira como sombra en el espacio,
Es toda una túnica misteriosa… que llama la atención.
Las olas revientan con fuerza, casi como pidiendo auxilio…
Van y vienen en encrespada procesión.
El mar busca arañar el aire y sólo logra…despeinar la arena.
En su ira… feroz e insistente… golpea las rocas,
Logrando con ello secar nuestras bocas.
No hay delfines, pelícanos ni gaviotas,
Sólo veíamos oscuridad, rayos, centellas y nubes rotas.
No… hoy no será… le dije a mi amada… noche de perversión,
Ni yo a ti cantaré tu canción.
Ella… mí amada… toma mi mano,
Se levanta… besa delicadamente mi frente.
Me muestra su cara… serena tranquila.
Mi cerebro se calma… mi alma se alegra…
Mis ojos la miran como grata colmena,
Y mi piel toma vida…
Ella siempre sabe hacer… mi vida amena.
Su bata floreada... está entreabierta.
Entre luces feroces y viento rugiente
Me hace… sin temor lo digo… quebrar mi saliva.
Su boca se vea como flor seductora.
Ella… su cuerpo y su boca… incansable jardín
Que incitaba – olvidando el rugido del viento y el mar- a rico festín.
Ella cerró suavemente la ventana,
Y luego… suavemente… masajeó mi espalda y mis glúteos…
Me despojó de mi camisa y… se quitó su bata…
Era como una rara sesión-sin cámara- de fotos con flashes.
En la boca de ambos hervía la saliva.
Despacio, gentilmente nos acostamos en la cama.
La respiración… de ambos… sacaba ecos de las almohadas.
Cuatro manos bailaban su vals…
Piernas se friccionaban… a veces se abrían.
Aquélla cama vieja… testigo de muchas cosas…
Sonaba como matraca… creo que hasta gozosa.
La cama no tenía tambor ni trompeta,
También carecía de guitarra y flautín,
Ni tenía partitura de filarmónica nacional,
Pero rico agrado causaba… su matraqueo… a nuestro oído.
Olvidados de la tempestad, causada en la batalla del viento y el mar,
Como mudos, hablando al compás del aliento,
Entre abrazo, desabrazo y tiernos musitares,
Éramos orquesta, en aquel aposento… orquesta y cantantes.
Orquesta la cama, ayudada… a veces… con el batallar del mar,
Y cantantes nosotros… dos empedernidos amantes,
Que sin importar los abates del tiempo… jamás nos dejamos de amar.