Me agobia el pensar que tantas noches como estas, ella estaba a mi lado, muchas veces queriendo dormir, otras queriendo coger.
En mí siempre estaba el deseo impaciente de poder ser el protagonista de ese suceso mágico que era observar su cuerpo al desnudo, sus senos caídos eran algo afrodisíaco, su silueta algo apasionante pero también un arte.
El chasquido de la cama era el sonido narrador de lo que quería hacer con ella, su cuerpo deseoso encajaba perfectamente con la luz natural de la luna, mi alma fue testigo de tanto frenesí y su cadencia una melodía al hacerle el amor duro, pero delicado.
Al volver ella estaba ahí, observándome, mientras regresaba del país de las maravillas y descubriendo que no podía dormir, no teniéndola a mi lado.