“Sy”, quisiera llamarte, pero mis labios están sellados
para pronunciarte, por ello en guaraní te digo “sy”,
“sy”, en lugar de en castellano madre.
Hay quien se inspira en su lengua materna
por su amor eterno y palpitante; y se llena la boca
cuando destilando amor parafrasea “sy, sy”,
que significa madre;
Yo, no puedo, mis labios los sellaste, no, no puedo
llamarte ni en guaraní ni en castellano madre.
¿Por qué? ¿Por qué mi alma maltrataste?
Me abortaste en vida, con mi corazón encarnado y palpitante;
¿Por qué? ¿Por qué “sy”, no pudiste amarme?
Fue realmente mi faz parecida a la de mi padre,
este, el cual aunque ausente, nunca latigó con escarnio mi mente;
ni me golpeó con sus manos fieras, empuñadas
para darme fuerte.
“Sy”, eras fuerte, dañaste mi corazón de niña
y la pena no pagaste. Quedaste impune en el sigilo
de los años lacerantes, en la inocencia de mi niñez
encerrada en los muros del hogar que se volvieron cárcel.
Al amor no puedes inspirarme, prefiero evocarte
en guaraní para decirte “sy”, en lugar de en castellano
madre. ¿Por qué, “sy”? ¿Por qué no me amaste?
Fue de verdad por mi faz tan parecida a la de mi padre,
esto, según entre ofensas muchas veces me explicaste.
Si esto fue así, ¿por qué al morir él, tirada en su tumba lo
lloraste?
“Sy” eras fuerte. Aún lo recuerdo con mi corazón
lastimado y palpitante, mi corazón de niña
que tú encarnado lo abortaste.
“sy”, eras fuerte.