Titubeó al dirigirle una palabra siquiera.
Tembló como vacilan los mantos de nuestro viejo mundo.
Su faringe se secó cual río en tierra inhóspita.
Él siempre valiente perdió la fuerza de repente.
No puedo siquiera en encontrar los ojos suyos.
Cuan patético y titubeante era ahora.
Cuan pequeño era ahora, ante la sola presencia de una musa.
Pero mientras reparaba en giro que había tomado su mundo,
ésta se desapareció como se van las olas.
Ahí quedó titubeante con un saludo impronunciado
y nada más que su cálida esencia desapareciendo a lo lejos.