Te lo he dicho de una y mil maneras:
tu silencio me mata.
¿Por qué tu sonrisa me dice una cosa y tu actitud, otra?
¿Cómo te hago entender que nada me lastima más que tu
indiferencia?
¿De qué manera puedo entenderlo y de qué forma me amas?
O, ¿de qué forma te puedo ayudar?
También te he pedido de una y mil maneras que no lo hagas.
Que no te quedes callada.
No cuando se trate de nosotros.
Dime algo… contéstame algo.
Lo que sea.
Lo que sientas en tu corazón o lo que pase por tu mente.
Lo que suceda en tu vida y lo que te moleste.
Dímelo en persona, a viva voz.
O dímelo a través de un mensaje de whatsapp.
O utiliza el correo electrónico.
O por teléfono.
O en una tarjeta escrita de tu puño y letra.
O a través de señales de humo.
O a través de sonido, utilizando clave morse.
Cualquier medio es mejor que el silencio.
Porque el silencio no comunica nada.
No dice nada y no se puede establecer comunicación
porque no utiliza ningún canal.
Pero parece que tu táctica es hacer que me canse y
me vaya.
Que sea yo quien renuncie.
Que el malo de esta película sea yo.
Que cargue con una culpa que no existe.
Y tal vez lo logres.
Tal vez…