Llega el día en que el corazón lejos de padecer cada latido empieza a vivir en cada sonido. Es casi imperceptible, como por arte de magia. Sucede aparentemente de un día para otro, pero nada más alejado de la realidad que eso.
Sucede mientras nos desgarramos el alma tratando de entender por qué nos suceden ciertas cosas, sucede mientras le gritamos a nuestro corazón que ya fue suficiente dolor por hoy, mientras tratamos de escaparle a la gente por miedo a que nos pregunten por nuestra vida.
Mientras enmudecemos ante tanta injustica recibida por un falso amigo, mientras nos tragamos las palabras porque sabemos que aquél amor ya no es nuestro sino que otra persona se apropió de él. Sucede mientras vamos por la calle con los ojos llenos de lágrimas al ver a esa persona con otro amor riendo de felicidad, mientras corremos para tratar de escapar de la realidad.
En cada situación, en cada llanto desgarrado vamos aliviando el dolor, día tras día. A veces pareciera que el reloj no avanza, que nunca llegará la noche para poder dormir de una vez, y cuando ésta por fin llega el insomnio se burla de nosotros y se confabula con los recuerdos para no dejarnos dormir. Y ahí estamos otra vez, llorando abrazados a la almohada tratando de encontrar aquel abrazo que nos reconfortaba y calmaba, aquella caricia que nos aliviaba, aquellos besos que daban inicio a algo más…
Pero la noche termina, y recibimos la llamada de aquel amigo que hace mucho no veíamos para al fin juntarnos y ponernos al día. Vemos a nuestra familia expectante por nuestra presencia, más amigos van apareciendo mientras la vida sigue su curso.
Aprendemos a valorar cada detalle y cada persona, empezamos a formarnos una nueva rutina, nuevo trabajo, nuevas metas.
Y de repente un día nos encontramos sonriendo casi sin darnos cuenta, y nos percatamos que ahora son más los días en los que estamos bien que mal.
Ya nos acostamos y dormimos tranquilos, sin esperar mensajes de buenas noches ni cariño de nadie. No extrañamos más.
Y sin buscarlo aparece esa persona que te devuelve las ganas de amar, de seguir intentando. Las ganas de compartir la vida una vez más.
Y ahí es cuando el corazón empieza a vivir y disfrutar de cada latido dado. Ya no nos pesa vivir, ahora elegimos el rumbo de cada día.