Ideas cruzan despistadas.
Caos de imágenes que se angustian desde el pasado.
No puede el pasado vivir hoy tan presente. No debe.
Pasado cabrón que solo sabes ponerme tu peor cara.
¡Joder! Sonríeme de vez en cuando, que también sabes hacerlo.
Pasado idealizado, exagerado, manipulado.
Invento el pasado en cada presente, añado y quito aquí y allá.
Y se torna más melodramático.
Y, es cierto, lo real, aquello que marcó un día nuestra vida,
se vuelve monstruoso al evocarlo. Lo convertimos en el hombre escondido en el armario que el niño presiente desde su cama con el cuerpo tiritando entre las mantas. Niños asustados. Niño asustado.
Solo sé escribir sobre miedos y angustias. Nunca las alegrías, ¿por qué se revuelca uno en su propia mierda? Uno es lo que es y no es fácil dejar de serlo. Cuántos misterios esconde mi cerebro. Porque no es alma, es cerebro, puro y duro cerebro.
Muere el cerebro no el alma.
No puede morir lo que nunca existió.
Mi alma es dios y dios no existe.
Colaboración de Alberto
España