Ser madre, es más que lo que la mayoría llama hacer grandes sacrificios.
Es crecer, dejar detrás prejuicios que tenías para dar la mejor versión de ti a esos seres salidos de tus entrañas.
Es saber que sin dudarlo, das tu vida por esos pequeños y que ese impulso no cambiará ya nunca jamás.
Es ver puertas y ventanas abiertas en donde te han cerrado muchas, tener una nueva visión de todo.
Es conocer las noches y días más agotadores que una jornada laboral muy larga, y aún así levantarte ante el mínimo ruido en el monitor con tan solo 10 minutos de sueño y volver a tu cama con tu pedacito de vida tan contento de estar a tu lado.
Es comenzar a vivir esas últimas veces a diario y atesorar los momentos más simples a ojos ajenos porque no sabes cuando será esa última vez... ¡crecen tan rápido!
Es hacer oídos sordos a los "expertos" que mágicamente tienen todos a tu alrededor respecto a bebés y su educación, para concentrarte en encontrar tus propias fórmulas.
Es sentir las culpas más grandes casi por cualquier cosa.
Es convertirte en maestra de vida, porque tus acciones y pasos son seguidos y observados y valen más de lo que puedas decir; te lo comprueban cada día.
Ser madre es asumir la responsabilidad de formar seres independientes, libres de pensamiento, sanos de cuerpo y alma, seres conscientes.