Con tu manto protector, cubres los cielos y nos libras del sol abrazador. Además de la lluvia torrencial, acariciando nuestro rostro con suaves gotas de rocío.
Con tu amor excepcional nos acunas en tu seno tiernamente compasivo consolando el corazón del que te invoca intensamente afligido.
Con tus sabias palabras nos das a conocer cual inmensa cascada tus pensamientos de infinita paz, que refrescan nuestros días enteros y cobijan algunas noches frías, regalándonos una hermosa esperanza que palia el dolor de la calamidad.
¡Oh Dios mío, oh Dios mío! que algún día como tu hijo amado Jesús pueda yo corresponder perfectamente, a ese gran amor que manifiestas día a día a tus criaturas, cada instante...
Ruego encarecidamente, se me otorgue esa maravillosa oportunidad.