Surgió imperante, desatando su juventud en los brazos de ella, la diosa. Dime, antigua criatura que caminaste en la superficie de un sol moribundo, cómo desatarás tu espada en estos siglos cansados.
El peregrino caminó en aquella desolación únicamente acompañado de sus soliloquios fugaces, aferrándose al recuerdo íntimo de aquella hembra virgen y con ojos melancólicos, gemelos de los suyos.