Hoy es una de esas noches gélidas del invierno cruel
Donde el viento se apodera y arrasa con todo a su paso
El frío viento te congela hasta la piel,
Convirtiéndose en dueño de la noche y el ocaso.
En las calles vacías solo reyna la soledad
Danzan las sombras al pie de un viejo farol encendido
Que pronto pasará a ser una sombra más,
Apagado por el viento del olvido.
Caminando por el viejo callejón de los sueños perdidos
Donde anidan los recuerdos de la infancia
Arrastrado y tambaleante el mendigo se pierde en la distancia
Hasta llegar a una oscura y sombría colina donde puede divisarse
La casa del mendigo y poeta, de rústica y sencilla apariencia,
Como un inmenso sable que parte el cielo un relámpago
Estalla en la noche anunciando que pronto la lluvia llegará,
Con su nostálgica canción de ausencia.
Pequeña pero grande de corazón y humilde es su casa
Rodeada por añejos robles, de largas y grises barbas ancestrales
Con viejos nidos abandonados, testigos de primaveras olvidadas,
Pared de gastados ladrillos por el tiempo, la lluvia y ardientes soles
Con profundas grietas donde quedaron alegrías y tristezas guardadas,
Un viejo y cansado techo cubierto de otoñales hojas y arrumbada teja
Que desde su cálido interior se siente como un lamento creciente
De las cabrías y los tirantes su dolientes queja
Cuando el viento lo castiga haciéndolo vibrar en su cimiente.
Una mesa más vieja que él, con un blanco mantel bordado
Seguramente por las manos de una laboriosa mujer realizado
Grabadas en una esquina las iniciales de su eterno amado
Sobre él, migajas de algún pan compartido
Unas manchas de vino, de algún brindis con un viejo amigo,
En el centro del mantel por el tiempo transcurrido
Con sufrida transparencia se encuentra erguido y encastrado
Como un viejo faro un cobrizo candelabro añejo y gastado
Que alumbra con su pálida y nostálgica luz de antaño
En su pequeña flama puede verse la historia de su vida
Y el paso de todos sus años.
En un pequeño atril duerme la pluma del poeta,
Rústicamente hecho con varios y diferentes trozos de madera
Al lado de la hoguera un viejo sillón por su dueño espera,
Al calor del fuego descansa el mendigo,
Trae en su mente una nueva inspiración,
En un papel abandonado a la deriva por el viento
Desteñido y agrietado de tanto viajar por el tiempo,
Comienza escribir un nuevo poema en la cálida quietud
En su habitación con perfume de nostalgias violetas
Cómplice el candelabro cada vez da menos luz.
Auto retrato de una vieja postal de antaño
Retazo viviente del pasar de los años.
Lucha sin tregua, el cansancio lo vence y ya derrotado,
Sin fuerza le pesan sus nostálgicos ojos cansados
Inclina su cabeza, lo ha vencido el sueño y dormido se ha quedado,
Del candelabro su pequeña luz lentamente también ha apagado.
Comienza la lluvia con su antigua canción de lejanías sobre el viejo tejado
Cantan las gotas de lluvias en su ventana sobre el vidrio espejado
La noche será larga pero el fuego sigue encendido
Colorean en el fogón las rojas brasas encendidas
La ardiente pasión de su calor envuelve al mendigo
Con su manto de recuerdos pasados
Donde quedaron grabadas las esperanzas perdidas.
El mendigo ya dormido, su cansado cuerpo descansa
Pero su mente ha comenzado a viajar soñando…
...que una pequeña y delgada luz ingresa por su ventana
Se filtra por sus gastas y descoloridas cortinas en su cara
Anunciando la llegada del nuevo día un tibio rayo de sol
Lo despierta el canto del un jilguero desde una rama
Con su dulce gorjeo recibiendo la mañana.
Desde lejos puede sentirse el bronceado canto de las campanas
Es el viejo campanario de la iglesia llamando los fieles a misa
Porque hoy en el poblado es domingo de ramos
Corren apresurados padres, hijos, abuelos y hermanos.
La iglesia antigua y colonial completa por los fieles
En un respetuoso y caluroso saludo el padre da la bienvenida
Con el altar mayor lleno con ramos de laureles
Comienza con el sermón el padre para todos da su bendición
En la última fila casi desapercibido en el fondo de salón
En un viejo banco abandonado porque roto ha quedado
Sentado con su negro y viejo sobretodo
El mendigo escucha las plegarias y las bendiciones
Por las gracias concebidas en todas las ocasiones.
A culminado la misa, la iglesia lentamente ha quedado vacía
El padre sigue con unos pocos fieles perdonando los últimos pecados
Tiembla el confesionario por todo lo escuchado.
Desde el viejo banco se puede escuchar
Un tímido susurro en los labios del mendigo
En silencio reza y agradece pues nada ha pedido
Pues para él Dios demasiado ya le ha concebido
La más grande de las riquezas; de ser poeta y mendigo
Al levantar la vista del piso ve el altar y todo a su alrededor
Queda inmóvil, paralizado con tremendo estupor
No puede creer lo que sus ojos ven
Le atraviesa el pecho un tremendo dolor
Al mesías prometido, al hijo de Dios en un madero crucificado
Su calma se transforma en un volcán que delata su enojo
Que despiden hacia fuera sus cansados ojos.
Camina hacia el altar furioso trepa hasta su altura
Arranca con sus manos cada uno de los clavos
Que tienen en la cruz al mesías crucificado
En sus brazos sostiene al hombre por todos venerado
Lo baja lentamente al ver sus heridas una por una las ha besado
Con un rojo escapulario lo ha cubierto al inmaculado
Y en los brazos de su madre lo ha dejado,
El padre lo mira consternado al ver al hombre arrodillado
Entiende la intención de lo que ha ocurrido,
El mendigo mira al padre conmovido
Sus lágrimas le borran la visión
Lanza un grito como un lamento que desgarra el silencio
Desde lo más profundo de su corazón…
Padre: perdóneme porque he pecado
“cómo es posible, más de 2000 años han pasado
Y el hijo de Dios por nuestros pecados aun sigue crucificado
Perdóneme por lo que he hecho, he subido hasta la cruz
Y al hombre llamado Jesús
Uno por uno con mis manos sus clavos le he quitado,
De su milenario calvario lo he liberado
En brazos de María su madre lo he dejado”.
El sacerdote hasta las fibras más intimas conmovido
Lo levanta del piso en un apretado abrazo
Junto a su pecho al mendigo le responde:
“hijo nada debo perdonarte,
Pues no has cometido pecado alguno
Es tan pura tu intención
Tan grande tu fe y tan noble tu corazón
Que por lo que has hecho nadie podrá juzgarte
Ni tiene el derecho para poder condenarte
Y en cielo tu nombre escrito ha quedado.
El sacerdote contempla y piensa en lo sucedido
Parece un cuadro por Miguel Angel pintado
En un antiguo lienzo por los cielos bendecido
Vida, muerte y resurrección de Jesucristo
Y el fin de su calvario en la cruz, que sola ha quedado.
El mendigo se marcha llevándose en sus manos
Como estigmas las sangrantes heridas
Y el perdón de los pecados.
Se aleja y se pierde por el camino
Junto a sus huellas han quedado
Las gotas de sangre que corren por sus manos
Como un sello del destino de todo lo ocurrido.
Cae la noche las sombras del bosque lo rodean
No puede llegar hasta su casa, se pierde por el oscuro camino
Late muy fuerte su corazón como un potro desbocado
El poeta de su sueño se ha despertado
Junto a su viejo sillón se encuentra parado,
Aun no comprende lo que ha pasado
Al mirar su hoguera el fuego se ha apagado
Junto a las cenizas del piso encuentra un papel
En sus bordes por el fuego quemado
Es su poema el que aun no ha terminado.
Trata de entender lo que ha pasado,
Mira sus manos apresurado
Y a escribir el final del poema
Junto a la mesa se ha sentado
Con la misma historia que yo les he contado
Tiembla la pluma en su pulso emocionado
De lo vivido o de lo soñado ya no importa,
El mendigo en el amanecer de este nuevo día soleado
El más profundo y sentido de sus poemas les ha dejado
Escrito con la sangre de sus manos el final ha terminado
Del poema dedicado al hombre de la cruz
Nacido en Nazaret llamado Jesús
Que ya no sigue clavado allí en la cruz.