Cuando desde el púlpito predicaba
mi Pastor, cuando con su mano derecha
la Sagrada Biblia alzaba,
sus palabras eran la flecha
que hondo en mi corazón clavaba,
mientras sentado en el escaño
escuchaba al robusto arquero,
sentí dentro de mi alma algo extraño,
y en vez de un cabro que causa daño
de repente me sentí cordero.